Bitácora del silencio en el viento

by Por Claudio Asaadabril 20, 2020

Me cuesta esperar cuando no puedo ni siquiera advertir, a modo de intuición, lo que puede venir. Hay un rumor en la casa. Olvide la radio de la cocina prendida. Miro como quien fisgonea entre visillos por primera vez la vida ajena, la cocina de mi propia casa. Recorro con la mirada la superficie de los objetos que conozco sin que mis ojos elijan nada, mi cabeza es un faro ambulante que no ilumina ningún mar.

Si la espesura, pienso en la luz que cae como velo de ceniza sobre la oscuridad del anochecer.
No hay peor vida que la previsible. Preparo el mate. Y hago del plan previsto un hecho para la memoria. Media hora en el patio. Los almohadones rojos siguen intensos. El viento tampoco para. Pero la casa es una inquietud estática. Un playmobil sin las manos que lo muevan a su antojo y placer, o porque sí. Un paño con almidón y olor a agua jabonosa (con todas las a) y mis manos. Ellas huelen, cerca es más intenso, pero no me tocó la nariz.

El teléfono me ilumina como en las películas donde en medio de la noche al protagonista le llega un mensaje que lo asombra y tranquiliza a la vez. Entonces la tensión es doble.
“Tío, me podés definir transmedia en pocas palabras… No tannn largo ..”. Me río. Sacado del efecto empático de la pandemia por coronavirus pienso si sé responder corto que es el/la transmedia en un mundo aislado por el temor y la incertidumbre. Si geolocalizar ayuda controlando. Imagino pantallas, datos sin límites, enredadas vinculaciones que se redirigen sobre su propio texto. Tanta palabra que al final alguien llora porque tanto se dijo hasta el fondo de su memoria hasta hallar ya difusa, una parte de su vida en la que río y la foto hizo eterna esa arma en la herida del tiempo.
Esta todo como pausado, dijo mi hermana, ¿o va más lento? Y mira hacia el costado, a un fuera de campo de su cámara y dice: encima de lo lento, el viento amontona la tierra.

No sé porqué se me puso de lágrimas el ojo donde antes hubo un orzuelo, ahora hay fuera de foco y un poco de incomodidad. Encima que no hay gente, dice, vos me hablas por acá que te veo todo chiquito. Me dice chau y no me dice que me cuide, yo quería decirle aliméntate bien y avísame... Pero no me dio el impulso narrativo. No tuve la línea de diálogo a pedir de boca… No supe como instalar una frase por otra aplicación, seguir su atención. Meterme en la red del no olvido.
Lo probable, por planificado y voluntarioso, ahora quedó en un lento olvido.

Voy a la cocina, las gatas en su letargo y es verdad que el viento conversador de árboles migró en hojas, tierra mezclada con semillitas escupidas de las chauchas del arbolito del amor, una langosta con más colores que forma de saltarina mueve las antenas en busca de señal.
No estoy preparado para la reflexión seria y decidida sobre lo que es un transmedia ni de como investigar en un contexto de fragilidad consciente. Escribo para no salir de la necesidad colectiva de estar ahí, cruzando en el mismo barco un mar invisible en medio de un temporal tenso y silencioso, pero con viento del sur y rumor de ruinas.

Contesto el mensaje:
“es una forma de contar hasta que se haga imposible olvidar o no tener todo mostrado y dicho, hasta pulverizar el olvido”.

Fin de la bitácora, miércoles 23 de marzo

#MemoriaVerdadJusticia